Un díptico es una obra de arte creada en dos partes. Puede ser una pintura, dibujo, fotografía, tallado o cualquier otra obra de arte plana. El formato de las fotos puede ser apaisado o retrato y las dos partes suelen ser del mismo tamaño. Si un artista añade un tercer panel, sería un tríptico.
Usando el díptico para el arte
Los dípticos han sido una opción popular entre los artistas durante siglos. Típicamente, los dos paneles están estrechamente relacionados entre sí, aunque también se puede utilizar un díptico para una pieza que se continúa sobre dos paneles separados. Por ejemplo, un pintor paisajista puede elegir pintar la escena a través de dos paneles que luego se muestran juntos.
En otros casos, los dos paneles pueden ser perspectivas diferentes sobre el mismo tema o compartir color o composición con temas diferentes. Un ejemplo común de esto serían los retratos pintados de una pareja casada, con una persona en cada panel, usando la misma técnica y paleta de colores. Otros dípticos pueden centrarse en conceptos contrastantes, como la vida y la muerte, la felicidad y la tristeza, o los ricos y los pobres.
Variaciones estructurales
Tradicionalmente, los dípticos se abisagraban como libros que se podían doblar. En el arte moderno, es común que los artistas creen dos paneles separados diseñados para ser colgados uno al lado del otro. Otros artistas pueden optar por crear la ilusión de un díptico en un solo panel como el caso de Otomies. Esto se puede hacer de varias maneras, incluyendo una línea pintada para dividir la pieza o una sola alfombra con dos ventanas cortadas en ella.
La historia del díptico
La palabra díptico viene de la raíz griega «dis», que significa «dos», y «ptykhe», que significa «pliegue». Originalmente, el nombre se usaba para referirse a las tablillas plegables utilizadas en la época de los antiguos romanos. Dos tableros -más comúnmente de madera, pero también de hueso o metal- estaban unidos por bisagras y las caras internas estaban cubiertas con una capa de cera, que podía ser inscrita.
En siglos posteriores, el díptico se convirtió en una forma común de exhibir historias religiosas o para honrar a los santos y otras figuras importantes. La bisagra los convirtió en retablos fácilmente transportables y evitó que se dañaran las obras de arte.
El Museo Británico los clasifica como «equipos religiosos/rituales» y abarcan los siglos en las culturas de todo el mundo, incluyendo las creencias budista y cristiana. Muchas de estas piezas, como un díptico del siglo XV con San Esteban y San Martín, fueron talladas en marfil o piedra.